Saludos lectores
Los últimos tiroteos ocurridos en Las Vegas, Texas y California, generan un impacto posterior muy fuerte en todo el mundo, no solo por tratarse de un país potencia mundial, sino por el pánico colectivo que ocasionan, pánico que es usado por sectores políticos para defender sus posturas a favor o en contra con respecto a las armas de fuego. Sin embargo, la realidad es que estos fenómenos deben ser analizados más allá, y no solo centrarse en las armas, pues, a fin de cuentas, se usan desde bombas hasta camionetas para cometer este tipo de actos violentos.
Pero para comprender cómo funciona este fenómeno de los tiroteos, es importante conocer un poco de historia y algunas particularidades alrededor de este tipo de eventos. El primer registro de un tiroteo masivo en este país sucedió en la Universidad de Texas, el 1 de agosto de 1966, donde fallecieron 17 personas y hubo más de 30 heridos. El atacante, Charles Whitman, tenía entrenamiento como francotirador y se ubicó en la torre universitaria para perpetrar el acto. Whitman, antes de subir a la torre, asesinó a su madre y esposa, dejando cartas para entender un poco lo que pudo haber desencadenado su actuar y en donde solicitó que su seguro de vida se usara para pagar sus deudas y que el resto fuera donado a una fundación de salud mental, para prevenir futuras tragedias de este tipo.
Sin embargo, 51 años después, se han registrado más de 1000 tiroteos en este país, y lejos de prevenir estos hechos, cada vez son más mortales que aquel tiroteo en Texas, la pregunta en este caso es ¿será un problema de salud mental o de armas de fuego? Lamentablemente es una mezcla de ambas, pero además es un problema de violencia social, por lo que no basta solo con enfocarnos en las armas utilizadas sino de una serie de factores que entre sí, provocan que actos como estos ocurran con mayor frecuencia en el territorio estadounidense. Un estudio realizado por el criminólogo Adam Lankford, profesor de justicia penal en la Universidad en Alabama, intentó explicar un poco la razón por la que estos hechos son más frecuentes en Estados Unidos que en el resto del mundo. Acá dejo los datos más relevantes del análisis:
En Estados Unidos, hay más posibilidades de morir en un tiroteo si está en su área de trabajo o centro de estudio.
En más de la mitad de los casos, el atacante tenía más de un arma de fuego, en comparación con otros incidentes a nivel mundial, donde el tirador poseía solo un arma.
La mayor parte de los tiradores en Estados Unidos, padecen algún tipo de desorden mental, aunque también indica que los estudios no han visto un incremento en enfermedades mentales, pero si un aumento en tiroteos en masa.
Por otro lado, un estudio realizado por la Escuela de Salud Pública de Harvard considera que estos tiroteos en masa son como un tipo de epidemia, en el momento en que ocurre uno, es posible que se repitan otros similares en semanas posteriores, en promedio, en lapsos de 13 días, esto podemos evidenciarlo con los tiroteos ocurridos en Texas y posteriormente en Las Vegas y California en lapsos tan cortos entre ellos. Esto responde al fenómeno de imitación, que se acelera con más facilidad en este país, según el estudio, por la fácil adquisición de armas por parte de civiles.
Armas de fuego y su relación con los tiroteos masivos
El derecho a tener y portar armas de fuego en Estados Unidos está amparado en la segunda enmienda de la Constitución Política en Estados Unidos:
A well-regulated Militia, being necessary to the security of a Free State, the right of the people to keep and bear Arms, shall not be infringed.
Este breve párrafo es el que se usa para bloquear cualquier intento de control sobre la adquisición de las armas de fuego en este país, en EE.UU, el derecho a portar es prácticamente libre para cualquier civil, y no un derecho que se deba ganar por parte del ciudadano honesto y responsable como sucede en otras legislaciones. Las armas de fuego (exceptuando el uso actual para fines recreativos o deportivos) son instrumentos que se crearon para la defensa personal, sin embargo, su letalidad puede provocar la muerte de otro ser vivo, por lo que no es un objeto que se pueda poner en manos de cualquiera. Por esta razón, en algunas legislaciones -como la de Costa Rica- el portador debe someterse a exámenes de idoneidad mental para renovar su permiso de portación y cumplir una serie de requisitos para demostrar su conocimiento en el uso y manejo de la misma.
Considero que ningún portador responsable podría estar en contra de validar la capacidad de un sujeto para portar un arma, al fin de cuentas, una mala manipulación podría terminar con la muerte propia o de algún familiar, creer lo contrario es como aceptar que cualquiera vaya a una agencia y saque un automóvil sin ningún tipo de problemas, sin un chequeo médico para saber si está en condiciones para hacerlo, sin saber normas básicas de seguridad vial o sobre el funcionamiento del vehículo. Sin embargo, esta no parece ser la lógica de los estadounidenses, de hecho, posterior a un tiroteo, la percepción de los ciudadanos sobre el fácil acceso a las armas, más bien se consolida.
Si bien existe una ley federal que regula la venta, posesión y transporte de armas de fuego y municiones, deja vacíos legales que son cubiertos por las leyes estatales, de ahí que existan estados donde su regulación es mínima y en otros, más estrictas, algo comprensible si consideramos que todas las regiones son distintas y requieren un abordaje diferente. Tampoco es posible llevar un control o registro de las armas adquiridas por cada individuo, pudiendo así tener la cantidad de armas que quiera y en ocasiones, sin poder valorar su capacidad tanto mental para el uso de armas de fuego.
Eso sí, en contra-parte, algunos grupos anti-armas buscan por otro extremo, crear políticas de prohibición, las cuales se suelen confundir con políticas de control, por lo que definitivamente es un tema complejo y sensible, por eso cuando hablamos de criminalidad, la prevención es la clave, prevenir que sujetos con problemas mentales accedan legalmente a portar armas, debería ser la prioridad de un país que en su historia lleva la peor cifra de muertes por este tipo de actos, y esto no significa que se tenga que prohibir al ciudadano su derecho a portar y a defenderse, es simplemente dificultar la labor de estos criminales, que a diferencia de Costa Rica, donde la delincuencia utiliza armas adquiridas en el mercado negro, en este país los tiradores en masa las adquieren en gran parte legalmente y esto marca la diferencia entre las comparaciones con nuestro país cuando se pretende regular las armas de fuego tomando como ejemplo a Estados Unidos.
Por ello, sería muy irresponsable restringir en una mala dirección el tema de control de armas, pues evidentemente esto solo generaría más muerte en un país donde no es posible llevar un registro exacto de cuántas armas ha adquirido cada ciudadano durante tantos años y es imposible calcular cuántos actualmente podrían estar atravesando problemas mentales, esto requiere de un proceso consciente para al menos buscar una política general sobre el estado mental de los que adquieren armas.
Con lo anterior no pretendo decir que el problema en sí sean las armas de fuego, anteriormente ya me he referido al respecto sobre la relación entre la criminalidad (común) y la portación legal en civiles, y sostengo mi postura sobre las modificaciones que se pretenden implementar en Costa Rica a la Ley de Armas y Explosivos. Aun así, la realidad en Estados Unidos es abismal a la nuestra, y ahí el acceso a armas por parte de individuos con serios problemas mentales, sí es un factor que influye en este fenómeno, es claro que ninguna medida es infalible y que esto no va a evitar que sucedan, pero la prevención del delito precisamente busca que se reduzca su posibilidad de ocurrencia.
Salud mental y violencia social
Pero como mencioné al inicio, no podemos analizar estos actos únicamente alrededor de las armas de fuego, su control solo es una parte del problema, el que los tiradores sean mayoritariamente personas con algún tipo de trastorno o enfermedad mental, nos lleva nuevamente al caso de Whitman, quién solicitó una autopsia para identificar lo que pudo provocar que actuara así; los resultados indicaron que tenía un tumor cerebral, específicamente un glioblastoma, un tumor bastante potente y maligno, lo que pudo ocasionar diversos trastornos cognitivos en Whitman.
La sociedad estadounidense ha vivido episodios en su historia muy violentos, desde homicidas en serie tremendamente brutales, atentados terroristas y homicidas en masa, más la criminalidad común que existe en todo país. Ciertamente, las estadísticas indican que el índice de homicidios es de aproximadamente de 5 por cada 100.000 habitantes, mientras que en el nuestro se estima que este 2017 termine con 12 homicidios por cada 100.000, sin embargo, los hechos que vivimos en Costa Rica no están ni cerca de ser parecidos a la violencia que se vive cuando un sujeto irrumpe cualquier iglesia, universidad o actividad masiva, y abre fuego contra todos o activa un dispositivo explosivo, aunque si tenemos ya bastantes episodios violentos en nuestra historia, pero esto ya queda para otro tema.
Por tanto, es normal que el estadounidense se haya acostumbrado más a estos eventos y le resulte casi imposible vivir su vida sin portar un arma consigo porque es consciente de que actos así sucedan en cualquier momento y deben estar preparados ante ellos. Pero esto no es bajo ningún criterio, algo positivo, que una sociedad llegue a ver este tipo de atentados con normalidad, es solo el reflejo de una cultura que durante años ha invertido poco en la prevención del delito, la política criminal de EE. UU. está más orientada a reprimir el delito mediante intervenciones o penas de índole vindicativo, acá debemos medir el delito en su letalidad e impacto.
Costa Rica con una tasa más alta de homicidios, nunca ha experimentado el miedo de pensar que un avión se estrelle contra un edificio o que haya un evento de tirador masivo en un concierto u otra actividad, el estadounidense sí lo sabe, y por eso no podemos cuestionarles que deseen estar armados, esa ha sido su realidad desde 1966, el camino que escogieron en su momento fue únicamente preparar a sus ciudadanos y fuerzas policiales a defenderse y actuar, lo cual no es negativo, el problema fue que dejaran de lado otros elementos igualmente importantes.
La industria estadounidense ha lucrado de la violencia o de sus propias tragedias por años, películas sobre asesinos o violadores en serie, sobre sus masacres y atentados, muchos saben quiénes son Ted Bundy o Charles Manson, pero es posible que usted lector, no recuerde el nombre de Kattia Vanessa González, una niña de 10 años que murió a manos un sujeto en el 2003 en Quesada Durán, cuando su agresor la invitó a su casa con la excusa de regalarle un conejo, porque naturalmente su nombre no vende. Les comparto otro artículo de Adam Lankford titulado Don’t Name Them, Don’t Show Them, But Report Everything Else: A Pragmatic Proposal for Denying Mass Killers the Attention They Seek and Deterring Future Offenders en donde precisamente habla sobre una propuesta para reducir la atención o cobertura mediática que reciben los tiradores en masa.
A través de la exposición de los estadounidenses a actos violentos y a la divulgación masiva de los mismos, ahora con mayor facilidad gracias a las nuevas tecnologías, así como la adulación de los medios, es más frecuente que salgan quienes busquen este reconocimiento o fama y junto a los problemas comunes de drogadicción, inmigración ilegal, discriminación racial, sexual, ideológicas y narcotráfico, han formado una sociedad acostumbrada a la violencia. En conclusión, podría decirse que trastornos o enfermedades mentales, más poco control en la adquisición de estos sujetos a armas de fuego, la violencia explicita que se difunde en la red más una política criminal enfocada únicamente a la represión, resultan una combinación mortal.
La intención de este artículo no es recomendar lo que debe hacer Estados Unidos con su problema, sino entender la situación social que enfrenta y extraer de ellos lo que funciona y lo que no, para no convertirnos en un país más violento. Costa Rica enfrenta hoy una ola de violencia nunca antes vista, requiere mejoras a nivel legal y de educación en la tenencia y portación, pero afortunadamente se puede regular estos temas con una misma ley, lo que nos separa de EE. UU y por ello no podemos asustar a la población con miedo a que nos suceda lo mismo.
Hago un llamado a todos los sectores, indiferentemente de su posición, a promover un diálogo responsable entre las partes y buscar la manera de crear una política criminal en beneficio de todos, la seguridad no debe ser un usada por los políticos para hacer campaña, en esto hay vidas en juego y debe ser abordada con la seriedad del caso.
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